9/10/13

El nacimiento de la luz

"Dicen que hace miles de lunas, cuando la misma luna no era más que un pedazo de tronco difunto, en ese entonces todo era ceniza. Dios no había nacido todavía siquiera y la tierra todita era ceniza y la luz y las estrellas y el aire mismo. Y los animales que se arrastran, los que vuelan, los que caminan, lo que podemos ver, lo que no vemos. En ese entonces todo era nada y la nada también era ceniza.

 Así se hallaba el mundo cuando de pronto un relámpago cayó sobre un árbol de pomarrosa. Y la pomarrosa era ceniza. La pomarrosa se abrió en dos como una flor y de adentro brotó un lindo animal. Un animal que no tenía escamas, que no tenía plumas, que no tenía recuerdos. El primer jefe brujo se sorprendió mucho. El primer jefe brujo que ya vivía entonces, aunque carecía de cuerpo. Él sí dijo: no es ave, no es pez, no es animal, no sé lo que será pero es sin duda la mejor obra de Pachakamáite, tiene que ser humano. Y decidió llamar a ese lindo animal Kaametza, que significa "La Muy Hermosa". Y así fue que comenzamos, con una hembra.



Ni bien kaametza brotó de la pomarrosa empezó a buscar, buscaba pero no sabía qué y así pasó, años caminó, buscando, cuando una tarde, ante un arroyo que también era de ceniza, fue a mirarse o a beber, o a lavarse, cuando de lo alto de bosque surgió una pantera negra de espanto, un otorongo negro bramando: pero ella, garras no distinguía, no imaginaba, no había nombre en su mente de ninguna cosa. Todo era víspera en el alma de kaametza. ¿Acaso ella sabía lo que era un otorongo enfurecido?, pero gracias a ese saber desconocido sin conciencia que hoy poseemos, kaametza comprendió lo que debió y eludió al otorongo una y otra vez, y comprendiéndolo cerquita de la muerte se arrancó una costilla, cuando el otorongo saltó sobre ella, kaametza le sajó la garganta y el otorongo cayó muerto en la arena de ceniza.

Ella se arrodilló y contempló el cuchillo que la había salvado. Lo acercó a su boca, tal vez para besarlo, tal vez para decirle cosas suaves. Y el cuchillo se encendió y empezó a avanzar y a retroceder, buscando una forma en el aire igualita y distinta de Kaametza. Y aquietándose finalmente, así fue como apareció el varón. El primer jefe brujo se alegró porque pensó que era bueno que el varón acompañara a la mujer y que juntos se procuraran descendencia. Y para que pudiera existir le puso un nombre, Narowé lo llamó, que significa “Yo Soy el que Soy”.

Lo primero que miró Narowe al desprenderse de la nada fue a Kaametza. Ya Pachakamáite había creado el sol, la luna y las estrellas, pero no les había concedido el oficio de alumbrar. Sin embargo Narowé vió a Kaametza, la distinguió bien claro, nítida y ahí no más se levantó hacia ella y ella lo recibió, sabiéndolo todo. Y abrazados mejor que obedeciéndose, Narowé y Kaametza fabricaron la vida. Dicen que Narowé y Kaametza llegaron juntos al placer y cuando gozaron, en el mismo instante en que ambos gozaron, ahí fue que el mundo inventó la luz. Del primer goce, del primer amor, nació la luz."


Extraído de:
Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos amazónicos, 
del poeta peruano César Calvo

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